lunes, 2 de abril de 2018

EL SEÑOR DE LOS SUEÑOS - Roger Zelany

EL SEÑOR DE LOS SUEÑOS - Roger Zelany

Género: ¿Ciencia Ficción?

Autor: Roger Zelany

Sobre la obra:

Rara vez aparco un libro sin haberlo completado. Lo percibo como un fracaso personal, una rendición. Cuando lo hago suele ser porque la obra es demasiado compleja, extensa o emocionalmente intensa para el momento en el que la he acometido, y por tanto considero que se trata de un aplazamiento. Queda a la espera de un momento más adecuado para ser abordada. Es el caso de "El nombre de la roa" o "Los miserables", que esperan el "momento adecuado" en la recámara.

Pero si esto me ocurre rara vez, lo que es verdaderamente inusual es que abandone para siempre una obra sin haberla recorrido en toda su extensión. Hasta la fecha sólo El viento sobre la luna, de Antonio Muñoz Molina lo había conseguido. Pensé que aquel bodrio, (etimológicamente una sopa de restos) sería el único capaz de hacerme hincar rodilla en tierra y decir: ! Vive Dios que no puedo con ella!, pero me equivoqué.

He aquí un bodrio más descompuesto.

Leído un sesenta por ciento de la novela puedo decir, sin empacho que se trata de un ladrillo infumable, un saco de garabatos sin talento ni concierto. El premio Nébula debieron concedérselo en virtud de la confusión mental a la que sometió al jurado semejante sarta de barullo pedante sin trazas de escritor ni de contador de historias.

A veces parece estar uno leyendo un remedo de las últimas páginas del Ulises de Joyce, cuando, sin puntos ni comas "escuchamos" el pensamiento del personaje, pero sin la inteligencia, el contenido y la profundidad del autor.

Los personajes están desdibujados, se confunden a menudo en los diálogos hasta el punto de no saber con certeza a quien atribuirle cada frase. Las situaciones son inverosímiles y completamente tediosas.

Quizá la traducción no sea buena pero sospecho que la redacción original tampoco lo era.
No se qué mensaje nos quería transmitir el autor, (si es que hay alguno) pero no hay forma de captarlo entre la maraña de abstrusas comparaciones mitológicas y metáforas epopéyicas de saldo con las que nos obsequia el autor.

Abandono, y aunque me causa insatisfacción hacerlo, también obtengo con ello un cierto y merecido descanso intelectual.

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